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domingo, 25 de diciembre de 2016

Cuando nuestro hijo pega o muerde


Nuestros hijos pueden pegar o morder por muchos motivos distintos, que suelen responder a la frustración del momento, el cansancio físico, a la salida de dientes y muelas, a un estado de euforia y un sinfín de situaciones y sentimientos.

Lo primero que deberíamos aprender como adultos es a concienciarnos de que estos actos son naturales e instintivos puesto que ellos -que todavía no conocen que existe un modo de solventar cada una de las situaciones-, ante la agresividad, el dolor, la invasión de su intimidad y las injusticias, reaccionan de la única manera que saben. Es más, muchos adultos de hoy todavía no sabemos gestionar plenamente nuestros sentimientos y por eso todavía el grito está muy instalado en las familias.

Que nuestros hijos peguen o muerdan puntualmente no significa que vayan a maltratar el día de mañana, a no ser que vean ese comportamiento en nosotros o que sean víctimas de ello -en ese caso, por supuesto, es lo que cabría esperar-.


Lo más aconsejable es adelantarnos a ese posible acontecimiento. ¿Cómo? Poco a poco, vamos conociendo más a nuestros hijos, por lo que podemos averiguar qué situaciones o qué sentimientos son los que producen tales reacciones.

Ellos son pequeños para tener un auto-conocimiento y auto-control que les permita canalizar sus emociones, de ahí que nosotros tengamos que acompañarles con explicaciones válidas, nombrando lo que sienten, poniéndonos a su altura, dirigiéndonos a ellos de manera pacífica y con tono agradable pero firme, a fin de evitar ese desenlace.

Es un trabajo constante y diario que requiere toda nuestra paciencia, puesto que estos valores no los aprenderán de un día para otro sino poco a poco. Pero el resultado final será muy beneficioso para todos los miembros de la familia, ya que ellos se sentirán atendidos mientras aprenden a nuestro lado y nosotros evitaremos conflictos innecesarios.


Este es el mejor modo de gestionar una rabieta porque así veremos cuál es el desencadenante de ese comportamiento y cómo solventarlo sin necesidad de recurrir a la represión que causaríamos si les reprocháramos, chantajeáramos e incluso amenazáramos, aumentando así el enfado de ambos, mermando su autoestima y perdiendo cualquier oportunidad de aprendizaje por el camino.

¡Espero haberos ofrecido herramientas para solventar estas situaciones tan complicadas! En el próximo post abordaré el caso opuesto: Cuando nuestro hijo es pegado o mordido.

Sara Ribot.
Asesora de Blw.
Escritora, blogger, youtuber, comunicadora.
Autora de Otro Mundo Es Posible y La Maternidad al Descubierto.

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