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viernes, 21 de octubre de 2016

Descalzarse es más sano.


Durante mucho tiempo se ha estado transmitiendo el falso mito de los peligros que ocasiona ir descalzos, desde que se van a resfriar por ello, hasta que pueden coger enfermedades a través de los pies. Sin embargo, actualmente se sabe, gracias a un estudio de la Universidad Complutense de Madrid, que los niños descalzos son más inteligentes y felices, además de que esto no repercute en absoluto en su salud.

Si os fijáis, nuestros hijos suelen preferir ir descalzos por iniciativa propia, porque les gusta sentir la vida bajo sus pies.

Los recién nacidos tienen una sensibilidad en los pies mucho más intensa que en las manos hasta los nueve meses de edad aproximadamente. De ahí que sean tan sumamente importante no calzarlos cuando estemos en casa y permitirles hacerlo siempre que sea posible fuera de casa (en el campo, en el parque...) para que capten toda la información necesaria.

El calzado no es necesario hasta que los bebés empiezan a caminar y, además, calzarlos a edades demasiado tempranas limita su orientación espacial y su percepción del movimiento, que es esencial para el sistema nervioso central.


Todo el aprendizaje de los bebés proviene de su capacidad en interactuar con el mundo que les rodea, tocando, probando, explorando con la máxima libertad. Dejemos que lo hagan por el bien de su desarrollo intelectual y de su propia felicidad, ya que así no estaremos interfiriendo constantemente en ella mediante negaciones.

Calzarlos para gatear o calzarlos con zapatos duros y sin flexibilidad cuando empiezan a caminar les impedirán recibir esas sensaciones, mermarán su libertad de movimiento y entorpecerán su desarrollo muscular.

¿Qué hacemos entonces en invierno?
Para que no pasen frío, con unos calcetines - o incluso con dos pares - basta para contrarrestar las bajas temperaturas y que sigan teniendo facilidad de movimiento.

¿Y para cuando empiecen a caminar?
Busquemos calzados respetuosos con sus movimientos, de suela blanda, fina, que sean flexibles y que no sujeten el tobillo.

No apuremos dicho aprendizaje. Tengamos paciencia y respetemos los ritmos del desarrollo infantil.


Sara Ribot.
Asesora de Blw.
Escritora, blogger, comunicadora.

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