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lunes, 18 de julio de 2016

Los peligros del Adultocentrismo.

Vivimos en una sociedad resquebrajada, falta de moralidad y carente de tiempo para dedicar a nuestra familia, suceso que nos lleva a que cada vez nos volvamos más egoístas consciente o inconscientemente.


Nuestra sociedad nos empuja hacia el abismo. Pues cada vez intentan que abarquemos más de lo que humanamente podemos, y eso hace que acabemos priorizando. Aquí empiezan los problemas de conciliación: Unos priorizamos a la familia quedando así faltos de ingresos para llegar a fin de mes, y otros priorizan el trabajo con el mismo fin pero perdiendo la oportunidad de pasar tiempo de calidad con sus hijos, que acaban siendo cuidados por terceros.

El sistema de muchos países están formados y guiados desde un único punto de vista: El del adulto. Pocos meses de baja maternal y paternal que nos desprenden fugazmente de nuestros bebés cuando más nos necesitamos mutuamente; Interminables jornadas de trabajo fuera de nuestro hogar, lo que imposibilita pasar tiempo de calidad con nuestra familia; Agotamiento físico y mental que nos perjudica a la hora de crear ese vínculo afectivo tan importante con nuestros hijos; Y un sin fin de situaciones diarias que evitan el poder compaginar la vida familiar con la laboral.

Cada vez somos más mamás y papás que decidimos emprender algún trabajo desde casa para poder pasar el tiempo necesario con ellos, ya que nosotros SÍ que estamos al tanto de los beneficios que conlleva la no - separación. Pero los que hemos optado por esta opción, sabemos lo complicado que es compaginar ambas cosas - aunque no lo cambiaríamos por nada del mundo porque estamos acompañados de quien más deseamos -


Dejando el sistema de conciliación a parte, también existe el adultocentrismo en muchas familias por otras razones: La falta de herramientas. Seguimos criando y educando como antaño. La información de hace 30 años no es la misma que la de ahora gracias a muchos estudios científicos que han ido saliendo a la luz cada vez con más fuerza. Actualmente empezamos a ser conscientes de los traumas que podemos provocar en nuestros hijos desde temprana edad solo por el hecho de no empatizar más con ellos, poniéndonos en su piel.

Los gritos, los castigos, compararles, ridiculizarles, y ya no digamos pegarles - cachetadas incluidas - son muchas de las soluciones que utilizaban antes para "enderezar" a los niños. Igual que no cogerlos en brazos para que no se acostumbraran a ellos... Por eso, nuestra generación actual, ya no tiene excusas para seguir con estas malas prácticas.

Lo primero es hacer un verdadero saneamiento interior de nuestros traumas y/o nuestros condicionamientos sociales, - algo que nos llevará mucho tiempo y que deberemos practicar continuamente - después, deberemos rodearnos de familias que tengan la misma filosofía que nosotros y que compartan el mismo despertar consciente que hemos experimentado, y seguidamente aprenderemos juntos, nos ayudaremos, nos apoyaremos, y ofreceremos los mejores cuidados a nuestros hijos erradicando así todo tipo de maltrato y mejorando el vínculo familiar.


Siempre hay otro modo de gestionar los posibles conflictos. Siempre hay otro modo de abordar los cambios de cada etapa. Siempre hay otro modo de educar sin sumisión, sin autoridad y sin hacer uso de la fuerza. Siempre hay otro modo de llegar a ellos, entenderlos. Y siempre hay otro modo de evitar reprimendas innecesarias sustituyéndolas por una buena comprensión, y de sustituir el exceso de artilugios por un verdadero contacto físico. Paremos por un segundo y preguntémonos... ¿Qué necesitan ellos?

Criemos con consciencia. Criemos con amor. Criemos con apego... Cambiemos el paradigma social desde ya.

Sara Ribot.
Escritora, bloguera y Mamá por encima de todo.

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